CHITA EN SALSA DE SIYAO:
CRÓNICA DE UN VIAJE A ASIA
Parte 2
Viernes, 22 de enero del 2018, 15:00, 22 horas después, estación marina de Hong Kong.
Los tres viajeros se encuentran en el embarcadero del puerto. Sus caras reflejan el hastío por el largo viaje en avión y los diversos tours en taxi hasta llegar a ese lugar, pero conservan toda la excitación producida por lo inesperado del viaje.
Ya en sus primeros pasos por esta estación marina, descubren la dimensión de este país asiático y de su cultura. Con exquisita educación y continuo respeto mostrado por todas las personas que se han encontrado, les sigue abrumando las ocasiones que les paran por la calle para realizarse fotos con ellos, como si fueran algún tipo de animal extraordinario; sensación que les hace reflexionar cómo se deben sentir muchos de los lugareños de países exóticos que sufren este tipo de peticiones todos los días de su vida.
Sentados en sus asientos del ferry, se van adentrando cada vez más en una densa niebla que va absorbiendo todo lo que les rodea. El silencio inquietante y las vistas relajantes de la navegación en fila india detrás de otras embarcaciones turísticas solo es interrumpida por la banda sonora de la ciudad que están dejando atrás y la acción en crescendo que se va divisando de su destino: la península de Macao.
Dos minutos después de una ducha exprés para coger fuerzas ya estaban inmersos de lleno en la urbe, buscando vivir al máximo cada momento de la noche, ya que es uno de los pocos momentos que pueden disfrutar de la vida de Macao, fuera de lo marcado por lo oficial del viaje. Su excitación va en aumento con cada paso y con cada gesto de atención de los viajeros. Después de unas vueltas por los múltiples casinos a modo de James Bond, pero sin chica ni cóctel y tan perdidos, que de un simple vistazo se podía ver que estaban totalmente fuera de su hábitat.
Macao, llamada la ciudad del juego asiática, es entre fascinante y hortera al mismo tiempo y posiblemente en ello reside su grandeza. Los tres compañeros siguen recorriendo sus calles, siendo atraídos por los olores de las comidas callejeras hasta dar con uno de los primeros descubrimientos gastronómicos. Al final de una calle sin demasiada iluminación y repleta de gente vestida del mismo negro inmaculado, descubrieron el mejor restaurante del viaje.
Una vez acomodados y después de varios intentos por entenderse con el personal de sala, decidieron dejar el pedido en manos de ellos y fue una decisión acertada. Primero disfrutaron de un salteado de cangrejo vivo en algo parecido a una Satay, pero con todos los ingredientes frescos y enteros. Algo rústico pero enorme de sabores. Continuaron con un pescado escaldado al momento con salsa de soja y ajo del oso, uno de los mejores pescados que el viajero cocinero había probado en su vida.
Y así, hasta comerse casi los dedos de placer, sintieron toda la fuerza de lo inesperado, que hablábamos al comienzo de esta publicación, al encontrarse ese fantástico restaurante. A estos tres viajeros todavía les quedaba la mitad de su viaje, pero ya habían arriesgado, apostado y ganado.
Descubre el final del relato dentro de unas semanas. ¡No os lo perdáis!