Nuestra temporada 2022 gira entorno de L’encesa, un arte de pesca milenario de la zona de nuestra Marina Alta. Rendimos homenaje a todos aquellos encesers que se jugaban la vida cada noche de invierno con el relato Enceser. Hoy el capítulo 7: Piratas.
«Aunque ninguno de los encesers de mi entorno conocía a nadie que hubiera sido atacado, había piratas en la zona y robaban a menudo las capturas nocturnas con L’encesa.
Siendo muy precavido como soy, ya había incorporado a mi rutina varias medidas de seguridad. El pescado que conservábamos en salazón no los subía a casa, sino que los almacenaba en la pequeña cueva de la pesquera. Solo usaba la luz para el momento de la pesca, el resto del tiempo era la luz de la luna la que me alumbraba. Y, además, las noches de pesca no siempre eran los mismos días de la semana.
Estas medidas funcionaron bien, hasta aquel sábado de noche con cielo raso. Ya recogiendo las capturas y el material para comenzar la vuelta a casa, comencé a escuchar golpes de mar. Me extrañó al principio porque había sido una noche de agua calma total, pero pensé que sería algunos peces grandes comiendo de un banco. De repente ese sonido aumentó de intensidad y escuché dos golpes de pala de madera. A continuación, un arpón con largo mando de madera tiró hacia abajo mi canyís y un hombre de mediana estatura y frondosa barba apareció en mi pesquera.
“El capazo, venga ya” – me dijo, mientras apuntaba con su arpón hacia mi estómago. Durante dos segundos no sabía muy bien qué estaba pasando, pero miré hacia abajo, vi otra figura masculina sobre un bote pequeño de madera y enseguida supe que se trataban de piratas. “Vamos, dame el capazo” – me repitió en tono nervioso. Lentamente me descolgué del hombre mi capazo, mientas rezaba que no viera el almacén de salazones que había en la cueva; y se lo entregué. De un rápido movimiento lo cogió y saltó de nuevo al bote. Un par de órdenes a su compañero y desaparecieron entre las rocas.
Necesité casi media hora sentado sobre una piedra para asumir todo lo que me acaba de ocurrir. Me incorporé, arreglé la parte rota del canyís y subí por la cordada, para volver a casa.»