Nuestra temporada 2022 gira entorno de L’encesa, un arte de pesca milenario de la zona de nuestra Marina Alta. Rendimos homenaje a todos aquellos encesers que se jugaban la vida cada noche de invierno con el relato Enceser. Hoy el capítulo 5: Por una vida mejor.

«La Marina Alta es una zona lluviosa comparada con otras de Alicante y aquel viernes 3 de febrero fue el sexto día consecutivo lloviendo. Aquel viernes fue el día que casi pierdo la vida.

Llevaba toda la semana sin poder prácticamente trabajar en el campo, la intensa lluvia había anegado el huerto y arreglar algunos de los árboles frutales fue lo único que pude hacer. Esto provocó que estuviera más horas dedicado a L’encesa.

Capturaba muchas piezas de valor en el mercado, cada día quería pescar más y descansaba menos. La tarde de aquel viernes no esperé al atardecer para emprender camino a mi pesquera, cubierto con un amplio chubasquero con capucha de color verde oscuro. Al llegar al borde del acantilado observé que el primer punto de la cordada se había desprendido por el movimiento de tierra provocado por el agua. Decidí no volver a fijarlo a otro punto nuevo y descender sin cuerda hasta el segundo punto. Fue una mala decisión.

Había descendido un par de metros, cuando noté que todo el suelo bajo mis pies se desprendía. Antes de caer pude alcanzar la cuerda suelta del primer tramo, descendí sin control unos segundos, caí por un cortado de varios metros de altura, me golpeé fuertemente y me desmayé.

No sé cuánto tiempo pasé inconsciente, pero al despertar ya se intuían los primeros rayos de sol debajo del horizonte. Lo primero que vi fue la cuerda que me había salvado la vida. El tramo suelto se había enrollado alrededor de mi brazo izquierdo, eso frenó el final de mi caída y evitó que cayera al Mediterráneo. Intenté incorporarme y enseguida noté que ese brazo estaba roto y sentí un dolor intenso y afilado en la cabeza. Levanté el brazo derecho y me toqué una profunda brecha con sangre seca al lado de la oreja izquierda.

Tardé toda esa mañana en escalar el acantilado y volver a casa. Lo conseguí, entré a casa, no alcancé a explicar a mi preocupada mujer lo que había sucedido, vomité en el aseo y dormí durante varias horas.»